Viene de apoco.
Se desata en los arrabales
de los árboles
con el destino de hembra
entre las piernas.
Camina descalza
sobre el último rastro de la escarcha
hasta que un día se detiene
en la irremediable medianía
de setiembre.
Lo abraza como a otra ventana abandonada
y le descuelga un arsenal
de pájaros en celo.
en medio de los ojos.
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